LOS FANTASMAS DEL TLC
Yo
soy el que ha acuñado la frase “fantasmas del pasado”. Y la utilizo
cada vez que en alguna discusión se comentan posiciones de grupos
políticos nacionales que, en un afán por atraer adeptos a sus fines
político-electorales, trae a colación el TLC como la razón única y
específica de todos los males que nos suceden como país.
Aclaremos
primero que el TLC se refiere (en el lenguaje popular) a aquel tratado
de libre comerció que se negoció, conjuntamente con Centro América y
Republica Dominicana y con Estados Unidos. La negociación, firma y
ratificación del tratado se realizó en condiciones diferenciadas,
amoldándose a las características y contexto político y social de cada
Estado parte. El proceso se inició en 2003 (durante la administración
Pacheco) para todos los países a excepción de República Dominicana,
concretándose la adopción del texto para todos los países involucrados
en 2004, y entrando en vigor en distintas fechas para cada país a partir
de 2006. Costa Rica se diferenció de los demás países involucrados
pues, para su ratificación, se necesitó de un referéndum popular que dio
como resultado su aprobación el 7 de Octubre del 2007 por un 51.6% a
favor. En Julio del 2007, y ante consulta de inconstitucionalidad ante
la Sala IV por parte de los opositores al tratado, la sala emitió la
resolución 2007–09469, en la cual se declara que no existen puntos en el
tratado que vulneren la Constitución de la República por la aprobación
del mismo. Al final, y después de una desgastante confrontación
política, cuyos efectos aún hoy se sienten y habrán de sentirse en el
futuro en la sociedad costarricense, el tratado fue ratificado, así como
sus otras leyes conexas, y finalmente entró en vigencia el 1 de Enero
del 2009, casi 4 años después de que todos los demás países involucrados
ya lo habían ratificado y puesto en marcha.
Este
tratado, más allá de su significado como herramienta meramente
económica, comercial y de su connotación regional y geopolítica, fue convertido en
Costa Rica en una cuestión política no solo por los grupos de izquierda
liderados por el Frente Amplio de don José Meriño, entendible dada su
base ideológica, sino también en una confrontación entre los dos
partidos políticos de mayor arrastre popular en ese momento en Costa
Rica: el PAC y el PLN. El país se polarizó completamente, ya que del
lado del NO se agruparon todas las corrientes de izquierda y del lado
del SI la gran mayoría de las fuerzas del centro y de la derecha. El
referéndum, por lo tanto, ya no era sobre una cuestión de aprobar o no
el tratado (esa era la excusa), sino una lucha de poder entre los dos
partidos políticos mayoritarios en el país: el PAC (apoyado por toda la
gama de grupos y partidos de izquierda) y el PLN. El bando del PLN, en
el poder en ese preciso momento, ganó el referéndum pero las
consecuencias de esa confrontación, de la cual TODOS somos culpables,
son heridas que, hasta la fecha, no han cicatrizado, incluyendo legitimar y revivir la izquierda costarricense (la marxista y subyugada al chavismo, al foro de Sao Paulo y de Puebla, o sea, a la izquierda latinoamericana)
Está
claro que, para poder entender en su real significado ese momento
histórico, hay que etiquetar las fuerzas que se enfrentaron y, a pesar
de que el lenguaje político moderno pretende eliminar pero no disimular
las etiquetas, en Costa Rica en el referéndum se enfrentaron ambas y de
forma virulenta: la izquierda y la derecha. Querer obviar esta realidad
no solo es no tener perspectiva histórica sino que es una muestra
fehaciente de hipocresía. En el referéndum de Octubre del 2007, y por un
estrecho margen, la izquierda sufrió la más resonante derrota de su
historia en Costa Rica (quisieron hacer ver su campaña contra el TLC
como una batalla entre pobres y ricos), aunque desde cualquier
perspectiva que se analice, el gran derrotado fue el PAC que ya había
perdido las elecciones del 2002, las del 2006 (frente a Oscar Arias), el
referéndum (frente a Oscar Arias) y que, posteriormente también
perdería las elecciones nacionales del 2010 frente a la ungida de Oscar
Arias, doña Laura Chinchilla. En otras palabras, el PAC y Ottón Solís
perdieron 3 consultas populares consecutivas, a cual más de dolorosa,
frente a Oscar Arias, no necesariamente frente al PLN.
Durante
la agria, visceral y encarnizada campaña previa al referéndum, ambos
bandos cometieron TODO tipo de desmanes y actividades de desinformación.
Desde el ridículo hecho por la administración por el memorándum del
miedo, llamado así por las recomendaciones estipuladas en el punto 2 de
ese tristemente célebre documento, aún y cuando, y en mi opinión muy
personal, en su mayoría ese documento es un excelente ejemplo de
realismo y maquiavelismo político digno de estudiarse en cursos de
Ciencias Políticas, hasta el convertir la campaña contra el TLC en una
cuestión meramente polítiquera y, en consecuencia, irracional y
desligada del contenido REAL inherente al asunto en discusión: el TLC.
Las organizaciones del NO estuvieron en campaña por casi año y medio
(tenían prácticamente empapelado con volantes y calcomanías todo el
país) sin respuesta sólida por parte del gobierno y de los sectores
interesados en su aprobación. Las interpretaciones antojadizas que hizo
la oposición del TLC, al satanizarlo, no tuvieron respuesta contundente
por parte del gobierno durante un periodo relativamente largo y esto les
dio una temeraria confianza de que su victoria en el eventual
referéndum era inminente. Ya todos sabemos lo que al final sucedió.
Hoy
se reclama que no se han generado los 500 mil empleos proyectados, que
la riqueza prometida nunca llegó, que los costarricenses no tienen ni el
BMW ni el Mercedes Benz que el gobierno prometió. Tanto la promesa como
su crítica son igualmente falaces pues, en ambas, no se considera el
elemento catalizador: ¡¡¡EL TRABAJO!!! ¡¡¡Háyase visto semejante
separación con la realidad POR PARTE DE AMBOS BANDOS!!! Para tener todo
eso se necesita TRABAJAR. El TLC es un instrumento para generar riqueza,
no es una medicina para que TODOS salgamos de la pobreza ni un panaceas para solucionar TODOS los problemas que afectan a nuestro país. Solo los más
redomados idiotas pueden creer que una vez aprobando el TLC era nada más
que sentarse a esperar que le tocaran la puerta de su casa para que le
entregaran las llaves de su nuevo y reluciente BMW.
El
TLC (y los TLCs en general) han generado empleo. Y lo continuarán
generando. El país sigue generando empleo y ha generado más de 500 mil
nuevos puestos de trabajo (no todos relacionados con el o los TLC) en
los últimos 10 o 12 años, solo que esa generación de oportunidades
laborales es insuficiente para palear la demanda. Lo que sucede es que
somos incapaces de aceptar que el desempleo en Costa Rica es el
resultado de muchas variables que, en la gran mayoría de los casos, NO
tienen nada que ver con el o los TLC, pero sí tiene mucho que ver con
nuestro profundo desface político, con nuestro caos fiscal, con nuestra
profunda polarización como sociedad y por nuestra incapacidad e
indolencia al NO tomar las medidas adecuadas para resolver
circunstancias coyunturales, principalmente de políticas
institucionales, que pudiesen palear el crecimiento de ese anatema
socio-político que es el desempleo.
El
y los TLCs generan empleo y riqueza y; además, generan posicionamiento
estratégico de nuestro país en el concierto mundial de naciones al
calificarnos como un país abierto al comercio internacional. El y los
TLCs son instrumentos, aún y cuando imperfectos, que en si mismos no son
ni buenos ni malos. Pueden tener distorsiones que dependen más del
proceso de negociación que de su esencia operativa. Son ratificados en
la Asamblea Legislativa donde todos los grupos políticos tienen la
oportunidad de manifestar sus pros y sus contras. El y los TLC no son
los UNICOS generadores ni de riqueza o pobreza ni de crisis o de
estabilidad política e institucional. Somos nosotros como país los que
convertimos esos instrumentos de comercio internacional en beneficiosos o
no para nuestros intereses. El que en Costa Rica el índice de
desigualdad social, el desempleo, el desbalance y desfase en la
distribución de la riqueza y, por supuesto, la debacle política y social
a la que estamos enfrentados, se hayan disparado NO es el resultado de
la implementación o no de uno o varios tratados de libre comercio.
Nuestros graves problemas los generamos nosotros como sociedad. Y como
sociedad debemos de enfrentarlos y solucionarlos. La polarización
generada por el referéndum, al convertir el TLC CA-RD en una batalla
política campal, los efectos de una crisis económica y financiera global
que aún perduran (que afectó fuertemente sectores de alta oferta
laboral como la construcción y la agricultura), nuestra indolencia y el
cada vez más real espectro de la ingobernabilidad (consecuencia de esa
polarización social y política) son en realidad los verdaderos culpables
de lo que nos acontece como país.
Si
hay algo realmente importante que debemos de aprender de la campaña que
desembocó en el referéndum del 2007 es, precisamente, el hecho de que
ambos bandos llevaron sus motivos e intereses MUCHO más allá de los
intereses supremos de la patria. Y hoy TODOS estamos aún pagando por los
resultados de ese gigantesco monumento a la egolatría y el mal cálculo
político por parte de AMBOS bandos y sus líderes. No se gana
absolutamente NADA con seguir lanzando sal a las heridas. Como sociedad
debemos de sanar. Como sociedad debemos de entender que estamos ante
circunstancias históricamente vitales y que las decisiones que tomemos a
partir de estos momentos serán de profundo efecto en el futuro de
nuestro país. Necesitamos ideas y propuestas, no reclamos ni culpas.
Reviviendo fantasmas amenazadores del pasado, que NO se van a ir, no es
ni la forma ni, mucho menos, la receta para sanear nuestras enfermedades
como país.
Mi
posición como ciudadano es dar y hacer lo mejor de mi mismo en este
presente que vivo con miras a forjar un mejor futuro para las
generaciones de costarricenses que habrán de venir. Estudio la historia
para aprender las lecciones que habrán de ser útiles para esa misión; no
con la intención de vivir perennemente en el pasado lamentándome por
mis errores o mis derrotas y, de paso, obligando a los demás a que no
olviden.
Les recomiendo, en fin, que hagan lo mismo… ¡¡¡Costa Rica bien vale ese
esfuerzo!!!
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