CEMENTAZO I

Estamos mal. Muy mal. Es muy doloroso decirlo, pero lo es más el tener que aceptarlo.

Las comparecencias ante la comisión de la Asamblea Legislativa que investiga lo relacionado con el CEMENTAZO, y en especial las de Celso Gamboa y Victor Morales Zapata, han desnudado un nauseabundo y condenable enjambre de personas y hechos que han dejado, por decir lo menos, perplejos y sumamente indignados a propios y extraños. Y no es por la chismografía rosa que algunas comparecencias han desatado, pareciera que con la intención de desviar el foco de atención sobre lo esencial, sino por la cruel verdad que ya muchos habíamos intuido y denunciado: nuestra institucionalidad ha sido invadida por el cáncer de la corrupción que está haciendo metástasis en frente de nuestras propias narices. Y este es, sobre todo lo demás, el verdadero centro gravitacional en el cual debemos de concentrar nuestro interés.
Es YA patente el involucramiento de altas autoridades en los tres poderes de la República en este negocio del cemento chino, a como también es evidente que hemos estado eligiendo gente a nuestra Asamblea Legislativa que, francamente, dan lástima por su meridiana mediocridad o por su despreciable sumisión, o dan ira por su repugnante bajeza moral. Se ha hecho ya incuestionable la absoluta necesidad de reformar todo el proceso de elección de nuestros representantes populares (diputados), y sobre todo, la elección de nuestros máximos jueces. Se nos ha hecho urgente el realizar una reforma profunda y total de la estructura política y jurídica de nuestro Estado. Es urgente reformar nuestra Constitucionalidad y nuestra manera de hacer política.
Simplemente NO podemos seguir depositando la administración de nuestro país, y de su institucionalidad, en manos ni de pillos ni de mediocres ni marionetas ni, por supuesto, de angurrientos y avivatos que se aprovechan de las debilidades que aquejan a nuestro vetusto y anquilosado Estado para, así, seguir abusando de nosotros y del país. Hemos dejado, sea por indiferencia, omisión, complacencia o por politiquería, que nuestra Costa Rica haya caído en manos de una mafia que la ha llevado a este trance tan doloroso de su historia.
Hoy todos nos sentimos ultrajados al descubrir que, en nuestra estructura política y judicial, se hayan entronizado gente mediocre y, también, gente de tan baja calidad ética y moral. Nuestro país se nos está cayendo a pedazos porque la lista de ofensas es de nunca acabar, y cuyo nocivo efecto ha permeado negativamente TODOS los sectores de nuestro tejido nacional. Solo para nombrar algunas de las calamidades que nos han afectado en las últimas 3 o 4 década, baste con indicar las gollerías y privilegios de los sindicatos y grupos gremiales del sector público, pensiones de lujo ofensivamente escandalosas, SORESCO, OAS, la trocha, Crucitas, las burlas a nuestra Constitución, el amiguismo, el servilismo y el tráfico de influencias, el enriquecimiento ilícito, la prepotencia, la paupérrima condición de nuestra infraestructura vial debido a instituciones desprestigiadas hasta la médula, impunidad, altísimo costo de la vida, pobreza, miseria, desempleo y un largo etcétera. Puede ser que alguno diga que no hay relación entre algunos de los hechos indicados, pero debemos ya de entender que todos y cada uno ellos ESTÁN unidos como grilletes de cadena y que irremediablemente llevan al mismo fin y resultado: el acelerado y notorio declive y derrumbe de nuestro Estado y, por consecuencia, de nuestra democracia republicana. Hemos permitido que a nuestro país lo lleven a la vergüenza que hoy debemos de afrontar: el tener un país profundamente enfermo, polarizado, débil y mediocre que se está convirtiendo en presa fácil de mafiosos y de grupúsculos políticos contrarios a los intereses de nuestra Patria.
El pueblo costarricense está llegando a un peligrosísimo punto de NO retorno. La indignación, a veces disimulada con agria chota, se acumula a pasos agigantados, y continúa creciendo exponencialmente a medida que se tiene la percepción de que, después de todo este escándalo (y la acumulación de otros anteriores o conexos ya nombrados), la impunidad volverá a funcionar y a salvarle el pellejo y honra a especímenes claramente lesivos para el país. El ya obvio involucramiento de los tres poderes de la República en este escándalo del CEMENTAZO y otros, ha provocado que la gran mayoría en este país no crea en la imparcialidad de nuestra justicia ni en la eficacia de nuestro sistema judicial, ni tampoco en los balances y contrapesos que legitiman nuestra manifestación republicana. El juicio político y sentencia de culpabilidad del pueblo de Costa Rica en contra de aquellos que han ultrajado la integridad de nuestra institucionalidad es, simplemente, demoledor e inapelable. Nuestro pueblo ha juzgado, y ya cada cual rendirá las cuentas políticas y judiciales pertinentes en los tribunales que corresponda. Y en este punto hay que ser vehementes en exigir que se cumpla a cabalidad.
No dejemos que nos desvíen la atención sobre lo que es vital para el futuro de la Patria porque, definitivamente, es imperativo ENFOCARSE en nuestra más absoluta prioridad que es el salvar nuestro país. Organicémonos y concentremos nuestros esfuerzos. No diluyamos nuestra fuerza como pueblo obedeciendo ni a populistas ni a falsos mesías. Formemos un bloque unitario y cívico fuerte y solidario para hacer notar nuestra indignación y nuestro reclamo por las reformas que le son urgentes al país. Hagámolo por nosotros y por las futuras generaciones de costarricenses.

La historia y la vida nos están dando esta oportunidad...


Publicado originalmente en Facebook el 26 de octubre del 2017.

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