XENOFOBIA DURANTE LA PANDEMIA

Es casi imposible evitar conductas “xenofóbicas, racistas y estigmatizantes” en medio de una pandemia o epidemia. Así ha sido a lo largo de la historia. Basta, por ejemplo, con leer la Biblia para palpar el temor, el rechazo y la marginalización que sufrían los leprosos. Y fue así hasta bien entrado el siglo XX, cuando el genial galeno venezolano Jacinto Convit descubrió su cura, lo que lo hizo merecedor del premio Príncipe de Asturias de 1987 y su nominación al Premio Nobel de Medicina.

Y esta pandemia COVID-19, no es la excepción.
Los “asiáticos” fueron marginados y estigmatizados no solo en Europa y USA, sino que también en Latinoamérica, India y Australia por razón de esta pandemia. Y no solo ciudadanos chinos, sino también coreanos, taiwaneses, japoneses, singapurenses, filipinos y vietnamitas. Porque somos tan particulares que no distinguimos los unos de los otros. Y hasta el presidente del país más poderoso del mundo, y un eco sinfónico de voces similares, tildaron con obvio sentido racista esta pandemia como "el virus chino".
Y cuando la pandemia se desató con toda furia en la península itálica, sus ciudadanos pasaron por situaciones similares en otros países de la “UNION” europea, comportamiento que después soportaron ciudadanos españoles, franceses y británicos también. Rusia expulsaba no solo los extranjeros contagiados, sino a los “sospechosos” y, a aquellos que no tenían la enfermedad, los “invitaban cortésmente” a abandonar el país; claro eso fue antes y durante el tiempo en que se convertió en el 4to país con más contagios del planeta.
Cuando la pandemia llegó a América, las principales víctimas lo fueron, de nuevo, los ciudadanos asiáticos, especialmente en USA. Y ni que decir de los colombianos marginando a los españoles, “asiáticos”, venezolanos, franceses, ecuatorianos y peruanos. O los chilenos marginando a los peruanos y viceversa. Y los brasileños y argentinos marginando a los paraguayos. Y acá en Costa Rica? Acá ya hemos llegado al extremo de escuchar gente que apoya la prohibición para NO dejar entrar a los miembros de una comunidad originaria como son los Ngäbe, que generalmente vienen para las cogidas de café en la zona sur, demostrando que la ignorancia y el temor son las razones de fondo para desatar estas conductas xenofóbicas, pues esas comunidades son transfronterizas, y las hay tanto en el norte de Panamá como en el sur de Costa Rica, como en Corredores y Coto Brus. Sería interesantísimo pedirle a un Ngäbe un pasaporte o una cédula para que demuestre su nacionalidad…
Las comunidades extranjeras que son marginadas durante una pandemia como “supuestos y muchas veces ciertos” focos de contagio no solo hay que atenderlos, sean por razones humanitaria, legales o morales, sino porque si no lo hacemos esas comunidades reaccionan a la “estigmatización, al rechazo y la marginalización” con temor y, muy probablemente y en caso de sentirse enfermos o contagiados, no van a acudir a las autoridades médicas por ayuda o - como ya ha sucedido - si acuden por X razón a un centro de salud niegan que padecen del virus u ocultan que miembros de su familia o de su comunidad con los que tienen contacto padecen del contagio. Estos grupos son focos de contagio que el país está en absoluta necesidad de identificar.
Pueden existir buenas razones, tanto de grupos que promueven estas conductas de marginalización, como de aquellos que nos oponemos; pero al final de cuentas debemos de entender - TODOS - que esta ni ninguna pandemia distingue ni raza, ni color de piel, ni sexo, ni condición social ni si una persona proviene de un país con alto contagio gobernado por imbéciles genocidas como en Nicaragua o Brasil. Y si queremos verlos desde un punto de vista utilitarista, es también en nuestro beneficio el atenderlos hasta donde nuestras posibilidades lo permitan, pues de ese modo identificamos focos de contagio que, por si mismos, son potencialmente muy peligrosos para la salud de nuestros propios ciudadanos.
Esta pandemia y su nivel de contagio son de tal magnitud que muy mal haríamos en fomentar sentimientos xenofóbicos contra comunidades que, en otros momentos, nos son de muchísima utilidad. Y es que, antes de que un “extranjero” muera solitario en su asfixia en un cuartucho de una cuartería, ya lo habremos matado con nuestro racismo, nuestra xenofobia y marginalización.
Personalmente, y como costarricense y cristiano, no quiero cargar con esa culpa.

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