CONFLICTO ENTRE RUSIA Y UCRANIA

El conflicto entre Rusia y Ucrania, el que ha venido desarrollándose en estas últimas semanas y que, al momento de escribir este artículo, está en plena ejecución con la invasión de Rusia a territorio ucraniano, no es el producto fortuito de los delirios de un sicópata autoritario, sino el resultado de hechos y rezagos históricos que hunden sus raíces en el siglo XV, en el Imperio Otomano, la I y II Guerra Mundial, en la Guerra Fría, en la caída de la URSS y en la agresiva intención de la OTAN de expandirse hacia el este de Europa, pero sobre todo, a la torpe lectura no solo de la historia sino - y aún más preocupante - a la falta de acción y visión de varios de los actores principales y en particular Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y, al menos en mi opinión, Alemania, y por supuesto Rusia. No me voy a extender analizando los pormenores históricos contenidos en cada uno de esos periodos. Solamente, y de forma muy somera, a la década de los 90s y, de ahí, a partir del 2008, año que en mi opinión es el momento disyuntivo desde el cual se decantó esta dramática y peligrosísima situación.

Con la caída de la URSS y consecuentemente de la disolución del Pacto de Varsovia - la organización militar que actuaba como contra-partida de la Unión Soviética a la OTAN - los países occidentales liderados por los Estados Unidos se encontraron frente a un dilema: ¿Cuál sería la función de la OTAN si el enemigo por la cual había sido creada ya no representaba ningún peligro? Era obvio que la expansión hacia el este de Europa era la respuesta - en unión con la UE - y es por ello que, a partir de los inicios de la década de los 90s, países de Europa Oriental originalmente parte del dominio soviético y miembros del Pacto de Varsovia, empezaron a solicitar su ingreso a la OTAN y en 1999 se aceptaron los primeros: Polonia, Hungría y República Checa, a los cuales siguieron en el 2004 los 3 países bálticos (Estonia, Letonia y Lituania), Rumanía, Eslovaquia y Bulgaria. Y todos los mencionados fueron aceptados en la Unión Europea (UE) en ese mismo año del 2004, a excepción de Rumanía que fue aceptada en la UE hasta el 2007. Así se selló la más grande expansión tanto militar como económica y política de la UE y la OTAN en los últimos 30 años; y esto a pesar de que hubo un acuerdo verbal entre Rusia, muy debilitada tras la caída de la URSS, y la OTAN de que esta organización no se extendería hacia el este de Europa.
Todo caso, era prácticamente inevitable que tanto la UE como la OTAN se expandieran hacia el este de Europa, y era más que esperable que Rusia no opondría gran oposición a la misma precisamente por su aguda debilidad tanto económica como política y militar. No obstante, ya para inicios de la primera década de este siglo XXI, Rusia había iniciado de la mano de Vladimir Putin, una transformación profunda de su aparato militar y de su economía, basada principalmente en explotación de sus enormes recursos naturales, y en específico petróleo y gas natural. Con este escenario llegamos al año 2008. Ese año, específicamente entre el 2 y el 4 de abril, se realizó la Cumbre de Bucarest - en Rumanía - de la OTAN. Y es este preciso hecho histórico el que dispara la degradación de las relaciones entre Rusia y la OTAN: se agudiza el antagonismo y la desconfianza y, como resultado, se acelera el estallido de conflictos en la región que tienen su punto culminante en este momento, con la consecuente escalada militar que tiene al mundo pendiendo de un hilo.
En la declaración de la Cumbre de Bucarest se indicó (a pesar de la oposición alemana y francesa, pero por la presión de Estados Unidos y Gran Bretaña) lo siguiente:
“LA OTAN DA LA BIENVENIDA A LAS ASPIRACIONES DE GEORGIA Y UCRANIA DE CONVERTIRSE EN MIEMBROS DE LA OTAN. HEMOS ACORDADO HOY QUE ESTOS PAÍSES SERAN PARTE DE LA OTAN..." (sic).
Estos pocos renglones de esa declaración incluyen, prácticamente, una incitación descarada a provocar un conflicto con resultados impredecibles para TODAS las partes involucradas. Y claro, la reacción rusa no se hizo esperar y así lo hicieron notar con las siguientes declaraciones:
“LAS MEMBRESIAS DE GEORGIA Y UCRANIA EN LA ALIANZA (OTAN) ES UN ENORME ERROR ESTRATEGICO QUE TRAERA MUY SERIAS CONSECUENCIAS PARA LA SEGURIDAD PAN-EUROPEA”
Y Vladimir Putin agregó:
“EL QUE UCRANIA Y GEORGIA SE CONVIERTAN EN MIEMBROS DE LA OTAN ES UNA AMENAZA DIRECTA A LA SEGURIDAD DE RUSIA.”
No obstante, la OTAN desestimó de forma por demás estulta y soberbia estas advertencias rusas y procedió con sus planes de aceptar a Georgia y Ucrania en su organización. Esto provocó que en agosto de 2008, solamente 5 meses después de la Conferencia de Bucarest, se desatara la guerra entre Rusia y Georgia con un resultado desastroso para Georgia. Era una advertencia extremadamente clara de que Rusia NO iba a aceptar la presencia de la OTAN en un país fronterizo (a exepción de las 3 repúblicas bálticas). Y, por demás, una advertencia extremadamente clara de que tampoco lo aceptaría en Ucrania.
Ya en Ucrania, los movimientos anti rusos, apoyados por países occidentales y en los cuales había toda una gama de grupos que habían fraguado su presencia en el escenario político ucraniano y en el gobierno desde el mismo 2002, incluyendo segmentos abiertamente fascistas y nacionalistas de extrema derecha neonazi, que habrían de provocar los disturbios de Maidán en el 2004, posteriormente llamados “la revolución naranja”, que eventualmente provocaron una inestabilidad política que desembocó en enmiendas a la Constitución, elecciones fraudulentas, la destitución y huida a Rusia en el 2014 del ganador de las elecciones del 2010 Víktor Yanukóvich, el mismo que por presiones de Vladimir Putin se negó a firmar el acuerdo de entendimiento entre Ucrania y la UE en el 2013, no sin antes recibir la promesa de apoyo financiero - y gas barato - por parte de Rusia para solventar la que le había prometido la UE de USD15 mil millones de USD; y que no se hizo efectiva al no firmar el acuerdo de entendimiento mencionado, y por último la inesperada toma de Crimea en marzo del 2014. Nadie me saca de la cabeza que la huida de Yanukovich a Rusia tiene muchísimo que ver con este paso que dio Putin: anexarse Crimea, y con ello Sebastopol, e inmediatamente iniciar la construcción de un puente que la uniera a Rusia continental.
En otras palabras, el conflicto en Ucrania en términos generales, empieza a agudizarse en el 2004 con la revolución naranja, la intervención de las agencias de inteligencia y estructuras políticas occidentales en el escenario político ucraniano, con la profundizacion de la ancestral posición antagonista entre el oeste del país versus el este pro ruso, el desconocimiento oficial del ruso como segunda lengua de Ucrania, las violentas protestas del Euromaidán del 2013, las tensiones y fraudes electorales, el intento de asesinato del candidato, y posterior presidente de Ucrania, Víktor Yushchenko y el golpe de estado a Victor Yanukovich y su huida a Rusia en febrero del 2014. En este contexto, se da el primer movimiento de Rusia en Ucrania: la toma de la estratégica península de Crimea por parte de Rusia en marzo del 2014 por orden de Vladimir Putin y menos de 1 mes posterior a la destitución de Viktor Yanukovich. Si Ucrania cae en la esfera de la OTAN, Rusia jamás iba a permitir que Crimea y especialmente Sebastopol, pasasen a manos de esa organización militar.
Es más que obvio, y los hechos históricos lo demuestran, que el proceso que ha llevado a la situación presente tiene muchas más raíces que las acá soslayadas, así como todos los indicios de una intromisión encubierta de Estados Unidos, la OTAN y otros actores en el mismo, la cual se desprende indudablemente de la Cumbre de Bucarest referida anteriormente. Ante estos hechos ¿Qué reacción podría haberse esperado de Rusia? ¿De Vladimir Putin? ¿Por qué las negociaciones diplomáticas fallaron? ¿Por qué llamar a la reacción rusa como el “ansia imperialista” o el deseo de “crear o resucitar la gran Rusia” de un gobernante autoritario como Vladimir Putin? ¿Es realmente Putin un dictador sediento de sangre?
¿Cómo podría solventarse este conflicto? Creo que la única forma, entre varias otras opciones similares, que puede ser viable a estas alturas del conflicto es que Ucrania se declare “país neutral” al estilo suizo o finlandés, que entienda que NADIE de la OTAN va a ir a ayudarla a salir del lodazal en que la han y se ha metido, que garantice la libertad cultural y respeto a la independencia federal de las repúblicas separatistas de Donetsk y Lugansk en el Donbás (este de Ucrania), que renuncie a sus intenciones de membresía a la OTAN y se comprometa a respetar a la población ruso parlante. Habrá de aceptar que Crimea NO le será devuelta (Sebastopol es demasiado importante para la seguridad rusa y para proyectar su influencia sobre el Mar Negro y el Mediterráneo). Ucrania debe de aprender a convivir con Rusia de una forma similar a como lo ha hecho Finlandia desde los finales de las décadas de los 30s y 40s del siglo XX. Rusia, por su parte, habrá de comprometerse con y aceptar la independencia de Ucrania y “confiar” en su status de país neutral y colchón entre la OTAN y su territorio. Por su parte, la OTAN debe de renunciar a sus intensiones expansionistas hacia el este, particularmente en Ucrania y Georgia y otras regiones como Moldavia. Y Estados Unidos debe de entender de una vez por todas de que su enfoque geopolítico primordial no es, hoy, Europa sino Asia y particularmente China. China es ya hoy un formidable adversario y muy superior a Rusia. Debe de aprender a entender los fuertes nacionalismos (y resentimientos) que permean la psique de estos países, particularmente de China por su siglo perdido (1850 – 1950). Entender que Rusia puede ser un aliado valioso en esa inevitable lucha que se viene gestando en Asia, principalmente en el Mar de Sur de China con Vietnam y Filipinas, así como en el Mar del Este de China con Japón por los islote Cincaco. Y, también y muy importante, entender junto con sus aliados – particularmente la “belicosa” Gran Bretaña - que a Rusia NO se le puede arrinconar porque, simplemente, un animal arrinconado pero armado hasta los dientes con miles de cabezas nucleares es, simple y llanamente, una completa estulticia.
Rusia, y muy a pesar de lo que digan muchos especialistas y no especialistas que solo son eco de la propaganda occidental enraizada en la Guerra Fría, es una potencia continental (Kaplan “La Venganza de la Geografía”) y el centro de la civilización ortodoxa (Hutington “El Choque de Civilizaciones”) que aún tiene muchísimo que decir en los asuntos geopolíticos (Kissinger “World Order”) actuales. Y ha reaccionado como cualquier potencia continental: a amenazas a su seguridad nacional; y esas amenazas tienen un claro incitador: la OTAN y agencias conexas actuando en territorio ucraniano. Rusia hoy NO es, porque simplemente NO puede y NO tiene los recursos, una nación con intenciones imperialistas ni expansionistas como sí lo fue en el pasado. Vladimir Putin NO es ni nunca será un monstruo como Adolf Hitler, además de que ya ha demostrado hasta la saciedad de que no es un expansionista psicópata, pero si un nacionalista convencido y un estratega geopolítico de talla mundial que defenderá a su país con todo lo que esté a su alcance, sea por la vía diplomática o no. Putin es demasiado inteligente para dejarse llevar por quimeras imperialistas.
El conflicto Ruso-Ucraniano tiene soluciones si todos aquellos involucrados, pero especialmente Ucrania y Rusia, leen su historia. La declaratoria de “país neutral” es evidentemente una salida honrosa para Ucrania, para Rusia, para USA, para la OTAN y para el mundo. Millones de vidas en riesgo bien valen el esfuerzo de intentarlo.
Deberían de considerarla y muy seriamente. El mundo merece paz para enfrentar un escenario post-pandémico ya bastante difícil y confuso en todos los escenarios posibles. Tratemos - si hemos aprendido algo - de no caer en las tentaciones y desgracias del siglo maldito, pero sí de sus lecciones: El siglo XVII y La Paz de Westfalia.




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