RESENTIMIENTOS HISTORICOS

Los hechos históricos, especialmente aquellos relacionados con la expansión de una cultura, de un imperio o, simplemente, de una idea, hay que analizarlos desde una perspectiva historicista que respete las circunstancias propias de la época en la que sucedieron; y no desde una visión de condena o culpa propia de nuestra actual posición temporal. Los hechos históricos ya sucedieron, y nada de lo que hagamos o digamos los van a cambiar ni en su esencia ni en el impacto que tuvieron y han tenido a lo largo del tiempo. Lo mejor que podemos hacer es construir sobre ellos nuestra propia historia. Los hechos históricos, en definitiva, están ahí para que los estudiemos y, por supuesto, para que aprendamos de sus lecciones.

Nuestra especie, desde nuestro antepasado más exitoso en cuanto a tiempo de vida sobe el planeta, el Homo Erectus, ha tenido el instinto de migrar, de conquistar y, por supuesto, de sobrevivir. La migración del Homo Sapiens antiguo desde su cuna africana hacia Europa y Asia, y de ahí al resto del mundo, no fue un paseo. Fue una odisea extraordinaria que nos enfrentó contra otras especies - hoy extintas como el Hombre de Neanderthal - a obstáculos naturales supremos - como los Alpes, los Himalayas, el desierto del Gobi, etc. - a climas extremos como las glaciaciones y a desastres naturales de alcance planetario como lo fue la explosión de la caldera volcánica del Toba, en la isla de Sumatra, Indonesia, hará unos 75 - 80 mil años.
Y también nos hemos enfrentado de forma acérrima a nosotros mismos; y en el proceso borrar de la faz de la tierra civilizaciones enteras, ya sea por vías militares como por vías del innegable aculturamiento. Hemos vivido, como especie dominante en el planeta, épocas realmente oscuras, como lo fue la expansión del Imperio Mongol, el segundo más grande de la historia, pero el más grande en territorios continuos, pues se extendió desde sus estepas en el centro de Asia hasta las aguas del Danubio y hasta las costas de la península coreana (unos 33 millones de KM cuadrados). Ese imperio, en su proceso de expansión, tuvo un costo, según estimaciones modernas, de unos 60 millones de vidas, o sea casi el 15% de la población mundial en el siglo XIV, lo que lo coloca como el 3r proceso militar y de conquista en cuanto a víctimas mortales de la historia, superado solamente por la Rebelión Taiping y la II Guerra Mundial. A pesar de que su imposición fue sangrienta, su legado cultural, cientíico, tecnológico y artístico - al ser absorvidos por la cultura de la China Medieval - es imperecedero. Y no hubo nada que, en esencia, fuese distinto con los otros imperios como el Romano, el Turco Otomano o el Británico, a cuyas sombras también se alcanzaron diferentes magnitudes de atrocidades pero también nuestras más elevadas cumbres culturales, científicas y tecnológicas de sus respectivas épocas.
Esta larga introducción la hago con el fin de que entendamos que, de un modo u otro, el proceso de conquista y colonia desarrollados por España en nuestra América Latina, que en su momento de mayor expansión alcanzaba amplios territorios de lo que hoy es el sur y sur oeste estadounidense, no es tan diferente de muchos otros procesos de conquista y colonización que se han dado a lo largo de la historia de la humanidad. Hubo atrocidades, como también hubo grandes logros sociales, científicos y culturales. Hubo gran cantidad de víctimas - ya fuese por las armas como por las circunstancias biológicas ya definidas cientificamente - y hubo también imposición económica y espiritual (religiosa) y ricas mezclas culturales. La conquista de las Américas por parte de los españoles, y otros países europeos, no fue - en el mejor de los casos - una excursión veraniega de picnic, pero tampoco fue el genocidio y la brutalidad que hoy nos quieren hacer creer algunos que, cegados por la teoría de la culpabilidad histórica que generó el síndrome Galeano allá por la década de los 70s, y que tratan de desconocer nuestras raíces y nuestras realidades históricas. Para que haya genocidio, primero y ante todo, debe de haber una intención manifiesta de perpetrarlo. Y ese NO fue el caso - tanto desde el punto de vista militar como político y económico - por parte de ninguno de los actores imperiales europeos - y en específico del español - en el proceso de conquista y colonización de las Américas.
Entendámonos: no hay pueblo moderno - ninguno - que a lo largo de su historia no haya sufrido los procesos inherentes a la expansión de otros pueblos con mayores capacidades militares, tecnológicas o culturales. Los sufrieron, para el caso, nuestros pueblos originarios con los europeos; a como también lo sufrieron muchos de nuestros pueblos indígenas a manos de pueblos originarios contemporáneos más avanzados como los Mayas, Aztecas,Toltecas e Incas.

Hoy estamos los que hemos sobrevivido y que, mucho más bien que mal, hemos heredado un inmenso Y RIQUÍSIMO caudal genético, cultural, social, científico, económico y tecnológico del cual deberíamos de sentirnos profundamente orgullosos; y sobre el que debemos re-inventarnos como pueblos cimeros de nuestra civilización planetaria, y no quedarnos a enorgullecernos melancolicamente de nuestra "cima moral" - y de nuestros resentimientos estigmatizantes - desde los cuales nos damos el tupé de condenar nuestra, porque es NUESTRA, propia historia.

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