DEBATE POLITICO EN COSTA RICA

Para ninguno de nosotros es un secreto que en Costa Rica la calidad del debate político, o de cualquier otra naturaleza pero principalmente el POLITICO, se ha deteriorado de forma constante en los últimos años, llegando a niveles de una mediocridad muy preocupante que, al menos para mí, sí me es alarmante y hasta hiriente.

Esto significa, sin más ni menos, que estamos muy urgidos de elevar ese nivel y de salir de esa mediocridad dialéctica que nos ha permeado porque, indudablemente, existe una relación biunívoca entre el debate de altura, y la calidad de país que tenemos y/o queremos construir. Se alimentan mutuamente. Por ello, el debate basado en pensamiento sólido, informado, inteligente y hasta apasionado, es urgente en nuestra Costa Rica.
La polarización que vive el país es, en mucho, la responsable de que ese debate haya perdido tanta calidad. Porque una cosa es que un pueblo se polarice sobre las decisiones que urgen para su avance y otra, muy distinta y nociva, el que esa polarización sea el resultado de temas que - sin lugar a dudas - han sido inducidos y manipulados para generar una división popular de la que se han y se están aprovechando vividores de la política. Debido a ello es que hemos llegado al estadio en el cual hoy nos encontramos: un país lleno de ira, enfrentado a la duda y al más ignominioso cinismo y, además, vacío de inteligencia política y civil.
Pienso que aquellos llamados a dar el ejemplo son los culpables directos de que el debate, principalmente político, haya perdido tanta calidad. El liderazgo político sólido y visionario, prácticamente en su totalidad, ha caído en la más abyecta ausencia. El liderazgo político que propone la aventura de las posibilidades, de la esperanza en el futuro y la unión frente a la adversidad hoy está, lastimosamente, ausente. Como pueblo, hay que reconocerlo, no hemos producido aún ese tipo de liderazgos. O tal vez hemos sido incapaces de generar las condiciones, principalmente educativas y sociales, para que ese liderazgo surja. Y si por ventura en las nuevas generaciones lo hubiese, aún no le hemos dado la oportunidad de salir al ruedo político nacional porque, probablemente, estamos demasiado imbuidos en nuestras rencillas politiqueras, nuestras vendettas y en nuestros resentimientos sociales y personales.
Estos tiempos que vivimos, NADIE LO PUEDE NEGAR, son los más difíciles que ha vivido el país desde - por lo menos - la década de los años 40s del siglo pasado. Son tiempos de transformaciones, de grandes decisiones, de oportunidades y de gestación y parto. Tenemos, por consiguiente, la ineludible obligación de plantearnos los URGENTES temas país que habrán de señalar la ruta por las siguientes décadas; y confrontarlos o someterlos al debate serio, responsable, comprometido e inteligente.
Debemos desterrar la demagogia, el cinismo, el fanatismo y, sobre todo, el odio que han sembrado entre nosotros y enfrentar nuestros retos con patriotismo, convicción, seriedad, responsabilidad y con una altísima dosis de pragmatismo.
Si elevamos el nivel del debate político... habremos dado el primer gran paso en la dirección correcta.

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